Quedarte en casa en una de los eventos más fascinantes de la vida; pues nuestra casa es el único lugar más seguro que puede existir en el mundo; sea que estés solo o acompañado. Y si no lo ves así, es que tienes que ponerte los lentes adecuados y encontrar la razón de no serlo.
Para las amas de casa que se detienen en este espacio muchas horas, les parece que sus familias pueden siempre encontrar comida caliente y sabanas limpias, mucho amor y protección; y donde refugiarse los hijos en cualquier momento y a la edad que tengan.
Para un enfermo el hogar es el lugar más anhelado luego que sale de un hospital, de un tratamiento de una consulta, de un procedimiento; allí están siempre las manos de alguien para atenderlo con mucho amor y darían su vida por hacerle sentir lo más amado posible, darle mimos, cuidados y que nadie de afuera le vulnere su mente y su corazón.
“En nuestro hogar esta todo lo que no puedes encontrar allá afuera; a veces equivocadamente nos vamos de casa, sea de viaje, o salimos a comprar y visitar tiendas para sentirnos “bien”, nos vamos a visitar amigos, o preferimos estar en el trabajo, o en búsqueda de diversión; porque no nos sentimos a gusto o para no buscarnos problemas con nuestra familia; pero nada absolutamente nada va a reemplazar lo que puede ofrecerte tu hogar…”
Sea que tu hogar sea pequeño o grande, alquilado o propio, con la disposición de muchas o pocas cosas, si es temporal o por mucho tiempo; tienes que buscar la forma de sentirte agradado, satisfecho y acondicionarlo lo mejor posible con tus manos el espacio que Dios y la vida ahora te ofrecen; y dejar una huella agradable con las personas que lo compartes.
Si te vas de tu hogar incomodado, aburrido, fastidiado, resentido o molesto; y aunque te sientas fatal, un día vuelve y resuelve esa acción; sana tu relación con tus nexos cercanos, y luego cierra tu ciclo y sigue tu camino.
Es tiempo de observar tu hogar y darte cuenta de todo lo que dispones y disfrutarlo agradeciendo en oración.