Para empezar en algún momento de mi vida, he deseado sentirme importante y he caído en el deseo de ser tratada por mi título u ocupación; en definitiva, un pensamiento muy equivocado, de soberbia y poca humildad.
También recuerdo que iba a mi confesor y le decía como duele no ser nada padre, y él me decía cuidado con la soberbia Rebeca mucho cuidado. Y la verdad empecé a ir con cuidado por los confines de la vida, una ardua tarea por hacer y en la que me llevó varios años y aún no acabo.
Ahora difícilmente digo lo que soy, y si estudio es para ayudar, más no para figurar; fui privilegiada ya con aprender tan solo a leer, porque muchos no pueden.
“Aprovecho para contarles una historia, hace unos años viajábamos de Bogotá a Medellín y me enfermé en el camino y tuve que acudir de urgencia a un establecimiento de salud, allí nadie me conocía, pero fui tratada con profundo respeto y buen trato como todos sin ninguna distinción.”
Al final se enteraron de quien era y el personal de salud salió a darme la bienvenida y a preguntarme ¿Cómo era el sistema de salud en Perú?, tuvimos una hermosa charla con ellos.
“Y por añadidura la verdad sí que duele, estar en la cola de un hospital y escuchar lo que hablan las personas y tú no opinar, no decir nada, y así ser un anónimo e ir por los caminos de la vida siendo una simple mujer y presentarte por tu nombre, y así poco a poco ir construyendo ese valor de la humildad.“
En ese sentido siempre he creído que en algún momento quizá llegaría a estar desprovista de mis títulos, logros y posiciones, y no hubo mejor escuela que renunciar a mi trabajo y probar a ser una persona más y esa fue una gran lección para mí por decisión propia.
He conocido muchísimas personas que no lograron estudiar y más aún acabar una carrera en una institución educativa; porque no pudieron, por decisión propia o porque no se acogen al sistema educativo y prefieren ser autodidactas; sin embargo, son excelentes personas como padres de familia, en sus ocupaciones y como ciudadanos.