Mi mejor escuela de sensibilidad fue la naturaleza
Además, de niña iba tras el murmullo de las aguas, intentando descifrar su lenguaje; me escurría entre los renacuajos de las orillas del río intentando descubrir su ciclo de vida, aprendí a caminar por las veredas de las quebradas, manantiales y ríos con sus peces de colores que me enseñaron a ser maleable a mi paso y a lo que no me hace bien ir echando de mí.
También gracias a mi padre pude tirar semillas a la tierra y pude ver brotar vida.
Me encanta el musgo verde y compacto que se pega a la roca y de allí aprendí que se podía sobrevivir solo respirando y con fe.